martes, 13 de noviembre de 2012

Thelonious Monk - Bolivar Blues



TM, en directo, en la televisión japonesa. 1963. 
Thelonious Monk exhibiendo músculo de creador y talento. Luciendo paternidad del post-bop. Comparte el estrellato (mientras le deje) Charlie Rouse, saxo tenor, con el soplido medido y el aire místico de quien ha nacido en el ghetto y se ha apañado con un traje de segunda mano y la corbata guindada en un velatorio. Tiempos de etiqueta obligada, por muy negro y del arrabal que se sea. 
Refuerzan el asunto John Ore y Franky Dunlop, base rítmica obediente. Cada uno, por eso, tendrá su momento. En este estilo siempre se reparte el juego.
Entonces...
Primero la melodía alegre, marca de la casa, ofrecida por ese código de barras que suelta el cerebro del señor Monk. Un juego de niños, un puzzle, un castillo que armará y desmontará a voluntad. La melodía. Se suma al juego desde el primer instante Rouse con el tenor para que no quede un agujero por rellenar. A ello se arriman Ore y Dunlop. Para que cuando al díscolo del señor Monk le dé por levantarse y marcarse unos bailes que, sospecho, van condimentados con algo de fumar. No importa el ridículo, no. Monk es un poseído.
Porque entonces vuelve a su sitio y las aguas vuelan al cauce. Monk, histrión, hace hablar al piano tirando de tortura y de caricias, le hace chillar, le retuerce la boca, para luego sacarle susurros como la mejor de las amantes. Suelta lo que tiene en el caldero, lo agita y maneja, y las notas van cayendo como los peniques del cielo.
Monk, Monk. Monk.
Gran disco: "Monk's Dream".



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